viernes, 15 de diciembre de 2017

Los amantes del círculo polar

Abre los ojos. 
Son las tres de la mañana y no puede dormir. 
En dos horas coge un vuelo que le alejará de casa seis meses. 
¿Sólo seis meses? No. Serán más. Y la imaginación que alberga en su cabeza comienza a proyectar la película que obtendría el Óscar al mejor guión sin ninguna duda. Incluso puede oler las palomitas recién hechas. 
Con la llegada a su nueva vida, ella volvería sonreír. Una sonrisa pura con muecas de nostalgia por momentos en los que su cabeza se gira buscando compartir cervezas con aquellos que están a dos mil kilómetros de distancia y no a segundos de su casa. Pero una sonrisa al fin y al cabo, preciosa y perenne.
En la película obviamente habría un romance. Un chico alto y tímido, un típico austriaco la conquistaría a base de chocolate y cerveza. Forma rápida y limpia de dar en el corazón. Él hizo camino entre tanta zarza, prometiendo imposibles y futuros compartidos. Al igual que logró todo ello, desapareció. Rápido y limpio. Sin apenas dejar rastro de vísceras y dolor a su marcha. Él fue capaz de hacerla volver a sentir y aunque la abandonara, ella estaría eternamente agradecida.
Todo cierra con un doloroso adiós. Regresas con más dudas que con las que te fuiste. Te duele dejar una tierra que había sido tu casa y unos desconocidos que fueron, son y serán familia. Habláis de reencuentros, de viajes, de locuras. Y, simplemente, ojalá.

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