jueves, 31 de enero de 2019

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    "Creo verdaderamente que las noches de insomnio son las más productivas."-pensó mientras acariciaba el gotele de su habitación a las 4:30 de la mañana.-"Siempre y cuando acotemos el término productividad primero." Siempre se había considerado muy ingeniosa.

Se giró hacia el otro lado de la cama arrastrando las sábanas tras de ella. Su pelo se enredaba con el detalle de calado blanco que llevaba una de sus tres sabanas. Era invierno y hacia frío. El hecho de que la calefacción de la comunidad dejará de funcionar a las 10 de la noche era algo que Louisa no había llegado a comprender en sus 23 años de vida. 
Llevaba ya cuatro días acostándose a las tantas y despertando a la hora de comer. Vivía de día con el tiempo justo:comer,trabajar y cenar. Normalmente su insomnio llevaba nombre de mujer : Mamá, Ángela, Universidad,... Pero su vida últimamente estaba muy tranquila así que le desconcertaba estar despierta. Podría ser la ansiedad atacando de nuevo pero quedaba descartada por los mismos motivos. Conocía bien la ansiedad, lleva sufriendo con y por ella desde que alcanzó la madurez biológica a los 13 años.

Así que ante la negativa de su cuerpo al letargo, Louisa hizo una mueca, se recogió el pelo el un moño y agarró un cuaderno. Uno de tantos que poblaban la estantería de madera próxima a su cabecero. No sabía dibujar aunque colorear se le daba de muerte y prueba de ello eran sus laminas de mandalas antiestrés. Abrió el cuarderno y empezó a ojearlo antes de meterle mano: un par de apuntes de psicología de la universidad, tres garabatos de su sobrino con fecha de diciembre, una falsilla, un par de dibujos para tatuajes y cinco páginas restantes en blanco. Aquel cuaderno con poco hueco para rellenar y así no encontrarse con la ansiedad de un folio en blanco, aquel y sólo aquel, era su cuaderno.

Estiró su brazo en busca del rotulador más cercano de color granate y una vez capturado, lo incrustó en el moño. No iba a joder la página antes de decidir que hacer. Se había decantado por la escritura pero desconocía el tema que iba a tratar. Debía ser algo complejo y profundo que consiguiera dejarla agotada y vacía de preocupaciones antes de las 8:30, hora a la que su madre se levantaba para trabajar y a la que acostumbraba a abrir la puerta de Louisa para ver si no se había fugado de fiesta como otras veces.
De repente vibró su móvil por una notificación de Instagram, que hizo aterrizarle dando un salto doble mortal sobre Cinco Horas con Mario. Rió suavemente al pensar qué haría ella cinco horas en soledad rememorando vida y obra de un cadáver. No recordaba muy bien el argumento del libro así que decidió volver a leerlo.
En cuestión de minutos, cayó redinda.